Desde hace tiempo estamos diciendo que urge —mejor, nos urge— el Espíritu Santo. Últimamente, la Iglesia Latinoamericana en Aparecida gritó: “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés!”
(DA 548). Lo que quiso decir fue que urge el Espíritu para hacer la Nueva Evangelización del Continente, pues “¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!” (DA 548)…
Nos urge el Espíritu porque “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” (DA 362)…
Urge el Espíritu para “navegar mar adentro, en el Continente, para una pesca abundante… para salir de nuestra conciencia aislada y lanzarnos, con valentía y confianza (parresía), a la misión de toda la Iglesia” (DA 363)…
Es que sin Espíritu Santo, como nos lo recuerda el P. Triana en esta obra, no podemos hacer bien la misión, evangelizar a las nuevas generaciones. Sin el Espíritu no podemos vivir el ideal cristiano y mucho menos, anunciarlo. Sin Espíritu Santo es imposible ser hombre digno, es imposible ser cristiano, es imposible ser discípulo y misionero, es imposible ser testigo creíble, es imposible ser santo.
+ Card. Norberto Rivera Carrera
Arzobispo Primado de México