La colosal tormenta de cambios geopolíticos y geoestratégicos, tecnocientíficos y socioculturales, ocurridos después de la segunda guerra mundial, mayores que en toda la historia humana anterior, sucedieron sin que una hecatombe natural o militar de dimensiones globales la precediera. Eso es un momento cumbre de la evolución civilizatoria, en que la razón humana presidía las decisiones políticas fundamentales y la ONU jugaba el papel estabilizador, para el que fue creada.
Desde los años 80 del siglo pasado se observa un declive civilizatorio y un mundo relativamente cierto, es sustituido por otro, que tiene como único rostro el de la incertidumbre. Con cuatro consecuencias principales: la profundización de la crisis ecológica, la recurrencia de crisis económicofinancieras globales, la agudización mundializada de la desigualdad social y el debilitamiento de la ONU y su papel estabilizador en el mundo. Y como clave explicativa, que la razón humana ha sido sustituída por los intereses de grandes poderes fácticos, como dinamizador de las decisiones políticas fundamentales. Ese hecho está cambiando la esencia de nuestra civilización.
El libro analiza la Guerra Fría y sus efectos dramáticos sobre Irán, Guatemala, Argentina, Polonia, Alemania Oriental y Hungría en los cincuentas y sobre Checoslovaquia y Chile en los sesentas y setentas, así como sobre el funcionamiento del poder en sus dos principales actores. También el desarrollo de los estados de bienestar y los síntomas de su primera crisis que anteceden a los sucesos del 68, cuando quienes éramos jóvenes pretendíamos “tomar el cielo con las manos”.
El derrumbe de la Unión Soviética y la desaparición del Pacto de Varsovia, es contextualizado históricamente. Y la transformación del capitalismo productivo y keynesiano en el ámbito financiero-especulativo, es presentado como matriz de esta época de la incertidumbre.
El volumen combina la memoria, la historia y la crónica para relatar y analizar a estos dos mundos que nos ha tocado vivir.
No hay época más esplendorosa en mi memoria que la de 1956 a 1972. Esa etapa en mis recuerdos, representa la Viena y Europa previa a 1914 que Stefan Zweig describe en su libro El mundo de ayer.
Así como Zweig vivió con una nostalgia que terminó con su suicidio, lo que él consideró la oportunidad perdida de Europa, yo recuerdo la “versión prolongada” de la década de los sesenta, como una época perdida por la humanidad, para aproximarse a un mundo mejor y heredarles a las generaciones actuales un siglo XXI menos incierto, sin la amenaza de un declive civilizatorio sin retorno. No pronostico hecatombes inminentes. Lo más probable es que nos espere una próxima década, pisando sobre arenas movedizas. Que, a veces, nos recuerde al poeta T. S. Eliot, citado por Hobsbawm en su Historia del siglo XX: “ésta es la forma en que termina el mundo: no con una explosión sino con un gemido”. Tendremos explosiones y gemidos, pero la historia de la civilización humana en la Tierra, con avances y retrocesos, instantes de certidumbre y períodos de graves riesgos, aún continuará sin momento final previsible. Lo único predecible es la prevalencia de la incertidumbre.