A la pregunta del salmo “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”, Pilatos contestó, “Este es el hombre”, señalando a Jesús. Juan Pablo tuvo siempre esta inquietud: iluminar la identidad del ser humano. Creció en mundos totalitarios, entre nazis y marxistas, y percibió que solo un suelo trascendente puede garantizar la dignidad humana. Fue desde muy joven un personalista que encontró en Jesucristo la gracia de ser persona humana y su posibilidad de realizarse en la verdad y en el amor recíprocamente respetados. En esta obra presentamos algo del pensamiento de nuestro Santo sobre la persona, cuyo misterio se aclara en Jesús. Como Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y aunque de forma diferente, somos personas; como el Señor, somos humanos. Aquí se nos propone un ensayo de antropología teológica según Juan Pablo II. En su lógica del don, nos descubrimos fruto de ese amor trinitario y gratuito, en camino de una “entrega sincera de nosotros mismos a los demás”; porque si fuimos creados y reparados por ese amor gratuito, se nos regala la felicidad en la gracia del amor dado.