¡ Vacío !
El aire quieto no se ve, pero lo sentimos como brisa o viento cuando sopla, ulula, silva o nos despeina. Así también, ese Espíritu o Soplo de Dios, que se viene manifestando desde los orígenes de la Creación. Sin rostros ni nombre, sin dejarse ver, pero estando siempre presente, sosteniéndonos en la vida, “golpeando nuestra puerta” pidiendo entrar para dejarnos un mensaje, para susurrarnos:
“yo estoy contigo”.
Esta dinámica aleteante de Dios, presente en todo el Universo es analizada por el autor en su significativa riqueza.