Para Juan Luis Segundo, en las últimas décadas se ha dejado de hablar del infierno porque el tema estaba cargado de contenidos negativos; más que humanizar —cumpliendo con su debido rol teológico—, provocaba temor y por eso tendía a paralizar las dinámicas creativas que habitan todo ser humano, y las del creyente en particular. Pero, para el autor, ese primer momento necesario, en el que convino silenciar culturalmente las formulaciones referidas al infierno, no puede ser algo permanente ya que ellas siguen actuando en el inconsciente personal y colectivo, y por lo tanto siguen perjudicando, o al menos no cumpliendo su rol humanizador. En diálogo amable y crítico con el gran teólogo Karl Rahner, plantea Juan Luis Segundo que la noción de infierno sea reintegrada como parte de una propuesta humanizadora, no como elemento de miedo que provoca el cumplimiento irreflexivo de la norma, sino como un polo —nunca como un lugar— que señala cuál sería el triste destino del obrar humano si éste no tuviera en cuenta la vida de su prójimo. El infierno debe ser presentado en el imaginario cristiano, según el autor, como un elemento responsabilizador y animante que oriente el ejercicio de la libertad del creyente hacia la realización de sus valores más hondos.
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Indice | Prólogo, por Elbio Medina 7 Introducción 13 I. La presencia o ausencia del imaginario infernal 21 II. El desafío teológico de ese lenguaje 43 III. Argumentos negativos 87 IV. Argumentos positivos 123 V. El absoluto menos: el infierno presente 161 |