Desde los tiempos más remotos el hombre ha elevado su mirada al cielo buscando en la maravilla de su esplendor señales y símbolos para la comprensión de sus anhelos. Los tiempos modernos con la magia de sus descubrimientos han agregado a la poesía de la contemplación una idea: la necesidad de encontrar nuevos mundos para viajar. Pero la ilusión de esos viajes siempre se halló atada a nuestra medida y a nuestro pensamiento humano y actual. Concebir algo alejado de las propias leyes y saberes del momento, significa un esfuerzo de imaginación que deberá superar todo lo atingente a nuestra cercanía: ubicarnos como un hombre de la Edad Media imaginando la televisión en colores. No hay otra forma de viajar a otros mundos que la de llevar la imaginación lo más lejos posible, lo cual entraña, seguramente, el riesgo de caer en la magia o en la fantasía. El autor de este libro intentó superar esto y utilizó para ello una alternativa original: interpretar lo imaginado bajo una faz seudocientífica, aportando un nuevo mundo lleno de enseñanzas, que actúa como un espejo en el que debemos nosotros, los terráqueos, mirar para imitar.