Las obras de creación literaria siempre nos han fascinado y cautivado nuestro espíritu en virtud de que se trata de narrativas —en prosa o en verso— que tienen la capacidad de trasladarnos a esos otros mundos y universos pensados, soñados o fantaseados, ideales o torturantes, utópicos o distópicos, depende del caso, pero cuyo común denominadores que nos causan admiración o pasmo, y provocan en nosotros, los lectores, un estado de arrobamiento que nos transporta a una dimensión psíquica particular en virtud de una experiencia única y aún mal definida a la que llamamos experiencia estética.
La posibilidad de penetrar a un nuevo universo no como es sino como debería de ser, tema caro a Cervantes y su inmortal Quijote; poder acompañar a Sor Juana Inés de la Cruz en su insaciable sed de conocimiento y en las veleidades de su sexualidad, que no por reprimida dejaba de estar vigente; leer los poemas de León Felipe y su denodada lucha por conservar los valores más significativos de los seres humanos y su renuencia a darlos por perdidos; acompañar a Octavio Paz en sus divagaciones en torno de la sexualidad, el amor y el erotismo, así como a José Saramago en sus tan productivas inmersiones en torno del peliagudo problema de lo negativo; para terminar con una indagación en torno del estatuto particular y único que tienen los entes ficticios, de la naturaleza y régimen de esos personajes de los que nos enamoramos u odiamos a través de diversas manifestaciones literarias, son algunos de los temas, apretadamente mencionados, que podemos encontrar en la lectura de este puñado de Ensayos de psicoanálisis aplicado a la creación literaria.